Árboles desnudos, el olor a hojas muertas, silencio, lodo. Los bosques invernales en Oxfordshire son encantadores si a uno le gusta ese tipo de cosas. Si usted es un científico del legendario proyecto , no importa si le gusta o no. Las baterías en el comedero de aves deben cambiarse cada dos días o se echarán a perder los datos. Y de eso se trata el juego en los bosques de Wytham: de obtener la mejor y mayor cantidad de datos.
La estudiante de posgrado de la Universidad de Oxford Friederike “Freddy” Hillemann carga 50 libras de baterías recargables en su mochila y camina arduamente por las zarzas y los helechos. Estamos a 100 pies de un cuarteto de comederos para aves en forma de tubo cuando un elegante ave redonda verde y amarilla, un Carbonero Común, se acerca al primer tubo. Parece un carbonero que se perdió en un juego de acuarelas. A medida que nos acercamos, una bola de plumas más pequeña y anodina, llamada Carbonero Palustre, se posa en el tercer comedero, que hace clic clic clic.
Hillemann se detiene abruptamente. “¿Oíste ese sonido? Es el comedero que está abriéndose”. Es el sonido del éxito. Sus artefactos, como fue previsto, están espiando los hábitos sociales de las aves.
No hay que ser muy brillante para saber que Dios cría a las aves y ellas se juntan, pero se necesita un científico para descubrir por qué. Con experimentos como este, Hillemann y una docena de otros científicos en el Instituto Edward Grey de Ornitología de Campo (EGI) en la Universidad de Oxford están explorando qué significa para un ave tener amigos y cómo esas amistades dan forma a su vida y muerte en los bosques.
Este experimento particular depende de “comederos selectivos” equipados con placas de circuitos y programados para abrirse solo para aves específicas. Cuando ese carbonero se posa sobre ese comedero, una antena en el tubo comprueba un pequeño chip en un anillo en su pata. Un número de identificación único la identifica como un Carbonero Palustre. Hillemann ha programado que este comedero acepte Carboneros Palustres, así que la puerta se abre, permitiendo que el ave tome una semilla. En este cuarteto, hay otros dos comederos que también son específicos para ciertas especies: uno se abre solo para Carboneros Comunes y otro solamente para Herrerillos Comunes. (Wytham es un lugar para carboneros; también tiene al Carbonero Garrapinos y Mito, pero no son parte de este estudio). El cuarto comedero se abre para las tres especies y es el más popular. Aparentemente, las aves prefieren comer junto a otras especies, incluso si, como el Carbonero Palustre, se sienten intimidados por aves más grandes. Hillemann está intentando averiguar por qué.
Como el Carbonero Palustre, a casi todos los Carboneros Comunes, Herrerillos Comunes y sitas en los bosques de Wytham se los ha atrapado, marcado y colocado un código de barras digital con un chip. Mientras Hillemann mantenga las baterías cargadas, cada viaje que hace un ave marcada a un comedero experimental se registra automáticamente. El resultado son macrodatos, astronómicos en los estándares del trabajo de campo. Para cuando finalice el estudio en marzo, tendrá cientos de miles de datos acerca de 500 aves.
Incluso así, los datos del proyecto de Hillemann son una gota en un balde en la escala del proyecto Wytham Tit, el estudio más largo en funcionamiento continuo sobre las vidas de aves individuales. Su base de datos ahora supera los 34 millones de registros de 10,000 aves individuales. Nunca antes los investigadores habían poseído tal información granular acerca de las vidas sociales de tantas generaciones de animales silvestres a una escala tan grande.
Los ingenieros de Facebook envidiarían la información que Hillemann y sus colegas recopilan sobre las vidas de las aves: Quién anda con quién y con qué frecuencia, quién sale con quién (y quién engaña), dónde y con qué frecuencia almuerzan. El tamaño del conjunto de datos permite al equipo de Oxford aplicar la teoría de la red social y el aprendizaje automático, herramientas analíticas potentes que se usan ampliamente para entender y predecir el comportamiento humano en las redes sociales.
Lo que emerge es la revelación que para las bandadas de aves, las conexiones sociales son una cuestión de supervivencia. Estas influyen en quién encuentra la comida, quién obtiene los mejores territorios, quién se enferma con parásitos e infecciones. Al estudiar las reglas sociales aviares, los científicos en EGI esperan predecir la resiliencia: cómo las especies se manejarán con el cambio climático y otras grandes amenazas, y cómo podríamos ayudarlas a hacerlo.
Ocupada hablándome de todas estas ideas, Hillemann conecta las baterías nuevas a las terminales equivocadas en su unidad, haciendo saltar un fusible en la placa del circuito que controla la puerta. A medida que trastea con un repuesto, intento no distraerla. Observo una pequeña bandada de carboneros que se aceleran por los árboles. A esta altura, ya no veo aves. Veo paquetes de datos, ráfagas de información social móvil. No es solo un bosque gris húmedo. Es la red social, para las aves.
En 1945, David Lack, un experto en la materia británica por excelencia del Petirrojo Europeo, se convirtió en director de EGI en Oxford. Inicialmente, planificaba continuar sus estudios de este ave. Luego visitó a un científico en los Países Bajos que estaba realizando un seguimiento de los Carboneros Comunes.
A Lack le sorprendió cuánto más fácil eran para estudiar. Los carboneros, familiares cercanos a los Carboneros de América del Norte y a los Paros, son pequeñas aves audaces que no se ponen tensas cuando se las atrapa y se las marca. Abundan en Oxfordshire. Los carboneros allí no migran. Y lo mejor, usan fácilmente las cajas nido provistas por los científicos. “Encuentran nuestros nidos, por lo que no tenemos que encontrar los de ellos”, dice el profesor emérito Chris Perrins, quien comenzó a trabajar con Lack en los carboneros de Oxford en 1957.
Incluso en aquel entonces, el proyecto Wytham Tit se centraba en los datos. Lack y Perrins formulaban preguntas simples que resultaron difíciles de responder: ¿Cómo deciden las aves dónde reproducirse? ¿Por qué algunas parejas ponen muchos huevos y otras solo unos pocos? La forma de abordar estas cuestiones era rastrear muchas aves durante varias generaciones.
Por lo tanto el Carbonero Común se convirtió en rata de laboratorio de la ecología: una especie conveniente, fácil de estudiar, que representa a las aves cantoras forestales en general. Cada generación de ecologistas de Oxford que continua el estudio hereda un tesoro de datos que crece de forma ininterrumpida, así como vidas regidas por botas llenas de lodo, dedos fríos y falta de sueño.
En una mañana calma y fría de febrero, ocho jóvenes investigadores de Oxford repiten un ritual que se ha desarrollado cada semana de invierno por más de 71 años: lo que denominamos el marcado. Con escarcha crujiendo bajo los pies, lanzan una red de neblina frente a una fila de comederos de semillas de girasol. “Buen clima para el anillamiento” dice el técnico de campo Keith McMahon, quien pasó cinco inviernos en Wytham. Tiene razón. En cuestión de minutos, diez Carboneros Comunes y Herrerillos Comunes están agitándose en la red.
Toman a las aves de le fina red como ciruelas de un árbol, con cuidado desenredan cada bola de plumas y la colocan en una pequeña bolsa de lino, que en días fríos se calienta previamente en los bolsillos. No hay charla, solamente los resoplidos con indignación de las aves.
Con rapidez, los investigadores pesan y miden a las pequeñas aves azules y verdes. Colocan anillos regulares y anillos con los chips de identificación electrónicos alrededor de las patas. Mientras trabaja, Josh Firth, un investigador adjunto en Merton College de Oxford, simultáneamente enseña a los nuevos, cuenta chistes y bromea a McMahon. Firth introduce de cabeza de un Herrerillo Común en un recipiente de rollo fotográfico cilíndrico. Lo coloca en la balanza: menos de un docena de gramos y 100 % enérgico. Cuando quita el recipiente, el ave lo muerde, y cuando me lo pasa para que lo libere, transfiere la furia hacia mí. (Nota: Las mordidas de Herrerillo Común no lastiman). Admiro su pequeño rostro peludo, luego abro la mano. El ave se aleja, su parte posterior azul grisáceo se desvanece en el cielo invernal.
Gracias a este marcado, los científicos conocen la ascendencia de casi todos los Carboneros Comunes nacidos en estos bosques. Algunos árboles genealógicos se remontan 35 generaciones, el equivalente humano a más de un millón de años. “Como lo hacen muchos proyectos científicos, generó pregunta tras pregunta”, dice Ben Sheldon, quien se unió al proyecto Wytham Tilt en el año 2000 y ahora dirige EGI y el departamento de zoología de Oxford. También generó respuestas. Por ejemplo, el proyecto era uno de los primeros en el mundo en comprobar que las aves habían comenzado a poner huevos más temprano en el año, aparentemente en respuesta al cambio climático. (Los Carboneros Comunes ahora ponen huevos aproximadamente 3 semanas antes que en 1960).
Para observar lo que hacen los polluelos luego de dejar el nido, en 2007 Sheldon comenzó a colocar las etiquetas de transmisor integrado pasivo a los anillos. Chips sin baterías, dependen de tecnología de identificación de radio frecuencia económica que se usa en rastreadores en pasaportes y libros en las bibliotecas. Para el invierno de 2011, su grupo había equipado con RFID a 65 comederos en los bosques de Wytham, una red integral espía de carboneros. Cada visita realizada por un ave con etiqueta crearía un registro único que incluiría la identidad, la hora y el lugar, creando así un mapa de movimientos diarios. Los bosques de Wytham se convirtieron en un panóptico ornitológico omnisciente que todo lo ve, siguiendo ave tras ave hasta la muerte.
En aquel entonces, Sheldon notó algo sorprendente: Rara vez las aves llegaban solas. Venían en grupo, y los mismos grupos aparecían en distintos comederos. Parecían ser amigos. “Nos dimos cuenta que acá había mucha información social”, cuenta. “Eso, a mí, me entusiasmaba”. Condujo a otra pregunta de apariencia sencilla: ¿Las aves silvestres tienen amigos? De ser así, ¿por qué? Este sistema de vigilancia les permitió a los investigadores monitorear las relaciones entre animales silvestres que viven en libertad a escala y conectar esos patrones con las aves pedigrí para explorar cómo los genes moldean el comportamiento social.
Para cuantificar y hacer un seguimiento de las relaciones, Sheldon recurrió al análisis de la red social. Articuladas por primera vez en la década del 30, estas ideas ahora aparecen con nueva energía a medida que las empresas las explotan para darle sentido a los datos de redes sociales a partir de los Me Gusta de Twitter y LinkedIn. Los métodos ofrecen formas de interpretar el comportamiento social en menor y mayor escala, desde los patrones de interacción entre dos individuos hasta las consecuencias de vínculos en grupos sociales interconectados. Con animales salvajes, el análisis de redes sociales se había limitado principalmente a simulaciones informáticas. Pero en Wytham, finalmente sería posible ver lo que las aves en verdad hacían.
Hemos marcado, registrado y liberado la primer tanda de carboneros, y hay 22 más en la red. Considerando su aprieto, parecían peculiarmente calmos. Me sorprende que la mayoría de estas aves probablemente se conozcan. Están atrapadas pero entre amigas.
Intento imaginarme las relaciones invisibles entre ellas, las líneas que conectan amigos, amigos de amigos, y más, formando un denso nudo de nodos y enlaces. Simplificada radicalmente, esa es la idea de este enfoque: Seis grados de separación, con carboneros.
El análisis de red social ofrece formas de pensar los sistemas. En poblaciones de decenas o miles, se pueden detectar y comparar todas las relaciones específicas entre pares de individuos, luego sumarlas y describir el grupo como un todo. En un nivel más sofisticado, se puede ver cuáles individuos son el centro social o distinguir a los individuos conectores que unen grupos que de otra forma no estarían relacionados, los Kevin Bacon de los carboneros. A mayor escala, se puede medir si un grupo es muy unido, con cada individuo que tiene vínculos sólidos con otros, o no, con cada miembro que tiene solo algunos amigos.
En un principio, Sheldon y su equipo simplemente intentaron entender las características básicas de estas redes. En invierno, aprendieron, los Carboneros Comunes forman pequeños grupos que en promedio incluyen entre cuatro y ocho aves. Estos grupos son fluidos y dinámicos: en cualquier momento, un ave puede pertenecer a más de una bandada. Dos aves amigas por lo general pasan entre el 5 y el 25 por ciento de su tiempo juntas; un Carbonero Común promedio tiene alrededor de 50 amigos durante un invierno.
Un hallazgo inicial, realizado por una estudiante de posgrado, Lucy Aplin, indicaba que la personalidad de un ave en parte determinaba su lugar en la bandada. Todos los carboneros son inquisitivos y curiosos, pero algunos son más desafiantes que otros. Ella notó que esas aves más audaces tienen mucho vínculos sociales que tienden a ser débiles. En cambio, las aves tímidas forman menos asociaciones que son más largas y estables. Ambas podrían ser estrategias de supervivencia. Un carbonero averso al riesgo podría preferir la mayor protección contra depredadores y enfermedades que vienen de andar con aves amigas. Las aves menos precavidas, que sociabilizan con muchos conocidos, pueden obtener mejor información primero, pero se exponen al riesgo de contraer cada parásito y enfermedad que se propague en la bandada.
Los siguientes estudios de Aplin comenzaron a revelar lo que hacen las redes sociales. Por ejemplo, brindan canales de conocimiento para pasar de un ave a otra. Siete veces durante el invierno de 2010, Aplin visitó los bosques de Wytham de noche para colocar los comederos mientras las aves dormían. En los días siguientes, las aves que encontraban la nueva comida con mayor probabilidad eran aquellas que tenían más conexiones con otras que también habían tenido muchos vínculos sociales. Este factor de «conectado a los conectores» se llama centralidad de Eigenvector, pero también podría llamarse efecto LinkedIn: No es solo quién eres, sino a quién conoces.
Y al igual que en LinkedIn, las conexiones de aves tienen consecuencias. Cada unidad de vínculo que un ave tiene a un Carbonero bien informado de la misma especie aumenta sus chances de encontrar una nueva fuente de comida 22 veces, según calculó el equipo.
Aplin se dio cuenta que con este sistema podía hacer un seguimiento del flujo de información entre las aves. Capturó a Carboneros Comunes de 8 grupos sociales distintos, y los trajo al laboratorio donde aprendieron a resolver un rompecabezas. Algunos aprendieron a deslizar una puerta azul a la derecha para obtener tenebrios. Otros empujaron una puerta roja a la izquierda. Luego colocó comederos con rompecabezas con puertas en el bosque y liberó a las aves adiestradas. El conocimiento de resolución de rompecabezas se viralizó. Las aves claramente estaban aprendiendo de sus amigos, en vez de darse cuenta ellas mismas: Aquellos con amigos que deslizaban puertas rojas solamente deslizaban puertas rojas, y viceversa. Había creado memes aviares.
Las conclusiones eran alentadoras: La información puede esparcirse rápidamente, permitiendo a las aves adaptarse a nuevas circunstancias de manera más rápida de lo que los genes por lo hacen. “En un mundo en donde el medioambiente está cambiando rápidamente debido a factores como el cambio climático y la urbanización, la evolución de las especies no será suficiente para estar al día”, explica Aplin. Con algo de ayuda de amigos, quizás puedan cerrar la brecha.
Pronto aprendí que no soy tan fuerte como un carbonero. Para el final de la segunda vuelta de marcado, mis pies y manos están adormecidos, y cuando Hillemann sugiere una caminata enérgica por el bosque para ir a ver cómo está su experimento, la acompaño con gratitud. El resto del equipo continúa. Marcarán aproximadamente a 100 aves en total esa mañana y volverán la semana siguiente. Es una carrera constante para estar al día y es esencial para el trabajo que realizan. “Apoya el análisis de red social, y todo lo demás”, dice Firth.
El legado de la recopilación de datos diligente condujo a Firth al grupo de Sheldon como estudiante de posgrado en 2012. Wytham era uno de los únicos lugares en el mundo en donde un ecologista conductual podía probar causa y efecto en las redes sociales con experimentos en la vida silvestre. “Soy fanático de un experimento”, dice. “Es mucho más elegante” que intentar sacar conclusiones en base a observaciones. Al alterar el sistema social y observar las consecuencias, calculaba Firth, podía ver cómo funciona la red en realidad. Estos experimentos también insinuaban qué podía sucederle a una población luego de una epidemia o catástrofe.
Trabajando con el departamento de física de Oxford, Firth construyó comederos selectivos, que ahora está usando Hillemann. Las ardillas destruyeron la primera versión en un fin de semana; la sexta, a prueba de ardillas con mangueras de jardín y contenedores plásticos, también a prueba de lodo, a prueba de pájaros carpinteros, resistente al agua, y protegida por jaulas de acero, se empleó exitosamente en 2013.
De los datos del comedero con RFID, Firth primero identificó círculos sociales, que incluyen varias especies. Luego los interrumpió creando nuevos grupos de comedero. Armó 12 comederos para que la mitad se abrieran solo para las aves con números de chip impares, y la otra mitad para los números pares. Los impares podían alimentarse solo al lado de los impares, y los pares con los pares. Es como si un día uno abriera Facebook y la mitad de los amigos reales hubieran sido reemplazados por “amigos” que uno no conoce, y uno tuviera que almorzar con ellos.
Para el final de invierno, y luego de más de 3 millones de registros de 376 aves, era claro que los carboneros estaban dispuestos a hacer nuevos amigos por las semillas. Estas amistades creadas por Firth se trasladaron a otros contextos: Incluso en comederos ordinarios las aves se mantuvieron con estos nuevos amigos. También prestaron más atención a sus nuevos amigos que a otras aves. “No solo aprendieron de los individuos con quienes se los obligó a pasar el rato, sino que también priorizaron esa información”, afirma Firth. Había comprobado que la red social no solo sigue una lógica interna; las fuerzas externas como el acceso a la comida pueden moldearla.
Otras conexiones sociales, sin embargo, resistieron sus manipulaciones. Firth intentó separar parejas al programar a los comederos para que se abran solo para un ave de la pareja. Descubrió que el corazón era más fuerte que el estómago: Las aves se mantuvieron con sus parejas, aunque fuera más difícil obtener semillas. “Priorizan la unión de la pareja en vez de donde ir para obtener comida”, comenta. “Me recordó una situación en la que estaba en un restaurante con los amigos de mi novia pensando ‘Yo no estaría con estas personas excepto que estuvieran con mi pareja’”.
Pero incluso entre simples amigos, los vínculos pueden ser sorprendentemente resilientes. En un estudio de 2017, Firth y otros analizaron 395,113 puntos de dato de 542 Carboneros Comunes, aplicando el aprendizaje automático para procesar inter-relaciones, identificar grupos y calcular la solidez de las relaciones entre individuos. Luego Firth atrapó a seis aves a la vez, manteniéndolas en una jaula por varios días. Para algunas aves, la mitad de su bandada de repente había desaparecido.
Los experimentos de simulación predicen que si suficientes nodos centrales de la red de un animal desaparecen, toda la red colapsa. Para su sorpresa, lo que quedó de la bandada se juntó nuevamente en unos pocos días. Las aves que quedaron respondieron fortaleciendo sus vínculos, en algunos casos pasando aproximadamente un 20 por ciento más de tiempo con los miembros de la bandada restantes, quienes a su vez pasaron alrededor de un 20 por ciento más de tiempo con ellos, incrementando la solidez de la red en general. No solo eso, las aves que eran socialmente centrales mantuvieron esa posición incluso cuando se les quitaba a la mayoría de sus amigos; simplemente hacían nuevas conexiones. “Eso jamás se podría haber previsto sin un experimento”, admite Firth.
El mecanismo de auto-reparación es otro hallazgo alentador. Sugiere que las aves que se enfrentan a catástrofes que perjudican la red pueden ser más resilientes de lo que creíamos. Un estudio publicado más o menos en el mismo momento mostraba que las personas en Facebook hacen básicamente lo mismo: Cuando una conexión mutua muere, amigos y conocidos se vuelven a conectar, fortaleciendo la red social. Con frecuencia asumimos que los sistemas sociales humanos son mucho más complejos que los de los animales; este paralelismo, dice Firth, sugiere que reglas más simples pueden regir tanto a los humanos como a las aves.
Los carboneros de Wytham pasan el otoño e invierno así, deambulando en pequeñas bandadas chismosas, sobreviviendo a los meses austeros al unir fuerzas. A medida que se acerca la primavera, los grupos comienzan a explorar sitios para nidos juntos. Las aves eventualmente se emparejan. El anillamiento invernal y los experimentos de comederos finalizan. Para los científicos, esto solo significa más trabajo. Viajes antes del amanecer para verificar las cajas nido y marcar cualquier ave sin marcado, cambiar los grupos de marcado que trabajan al amanecer. Monitorean cada una de las 1,204 cajas en busca de signos de construcción de nidos, el primer huevo, el tamaño de la puesta de huevos, así como otros lo han hecho todas estas décadas. Marcan polluelos, y luego, debido a que la mitad mueren en el nido, deben quitar estas marcas después de que los sobrevivientes empluman. “Es un momento muy asqueroso”, comenta de manera animada. “Una sopa de polluelos muertos”, agrega McMahon.
El próximo experimento de Firth, en curso este invierno, incluye un nuevo comedero que se abre solamente cuando dos aves específicas llegan simultáneamente; deben trabajar juntas para alimentarse. Es una forma de investigar si los vínculos sociales facilitan la cooperación en las aves, o si sucede lo contrario, si unir fuerzas forma amistades duraderas.
Si eso suena conocido (si, de hecho, estos estudios de Wytham le recuerdan a las amistades que ha formado y perdido, grupos sociales a los que se ha unido o que ha dejado), existe un motivo.
Descubrir por qué los animales tienen círculos sociales y cómo funcionan esas redes es fascinante en sí mismo. Además, ofrecerá un nuevo enfoque sobre por qué algunas poblaciones prosperan y otras desaparecen, y guiará a los conservacionistas a medida que ayudan a las especies a lidiar con amenazas a la supervivencia.
Pero esta investigación podría resolver otras cuestiones también. Debido a que nosotros también somos animales sociales, los conocimientos hallados podrían ayudarnos a entender mejor nuestro propio conocimiento.
A pesar de su gran alcance, las empresas como Facebook están limitadas respecto de lo que aprenden porque realizan un seguimiento de una sola especie. Como los ecologistas conductuales aplican las ideas y los métodos del análisis de la red social en el reino animal describiendo, probando y alterando las amistades de varias criaturas, esperan encontrar patrones comunes y principios que organizan los mundos de los Herrerillos Comunes, las ballenas azules y todo lo comprendido entre uno y otro.
Las personas tienden a decir que los animales son como nosotros, pero quizás nosotros somos como ellos. Las reglas universales de la amistad animal pueden profundizar nuestro entendimiento de cómo se forman y debilitan nuestros vínculos y por qué nos agrupamos como lo hacemos. Quizás revelarán por qué las amistades se sienten tan esenciales y por qué literalmente brindan sustento en la vida: Los psicólogos saben que las personas con amigos viven más tiempo. Para todas las criaturas sociales, incluidos los carboneros y los humanos por igual, los vínculos son tan fundamentales como la comida, el agua y el refugio. Estas pequeñas aves nos podrían demostrar el motivo.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de invierno de 2018 como “The Social Network” (la red social). Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo .